Por Ludy
Gabriela Clavijo Cobos
Son diversas las áreas en las cuales un comunicador
puede ejercer su labor, una de ellas es el periodismo. En esta área, le es
permitido impregna su estilo, su manera de ver el mundo y su objetividad,
además le admite demostrar de qué está hecho y cuáles son sus bases éticas. No
importa el medio al que se esté dirigiendo, escrito, radiofónico, televisivo o
digital, ya que como lo afirma Gerardo Albarrán “la
deontología periodística está por encima del medio”[1]. A
pesar de estas ventajas que posee esta profesión,
al igual que otras, existe la ética, la cual se encuentra en al ámbito personal de cada individuo. Es por ello, que se han creado códigos dirigidos y hechos por periodistas que tienen como utilidad
servir de guía para los profesionales que ejercen tan importante labor como lo
es comunicar. La
existencia de estos códigos han traído consigo dos posturas, los que están de
acuerdo por las normativas y los que no.
Por esta discrepancia, hay algunos profesionales, estudiantes y maestros
de esta rama que se atreven afirmar que “Los códigos éticos no sirven para nada”[2], y
se escudan en este argumento, para “seguir
actuando en un contexto de total impunidad, sin tener que ajustarse a reglas u
obligaciones éticas de ningún tipo”[3],
como lo asevera Hugo Aznar.
Las empresas de comunicación, a su vez, juegan un rol importante en la aplicación de
estos códigos, ya que ellas poseen reglamentos y parámetros propios de cubrir
las notas escritas o televisivas y en ocasiones se observa algunas
inconsistencias que influyen en el ámbito personal del periodista. Es común ver en los diarios o medios digitales,
errores que recurren en la manera de cubrir las notas, la veracidad de la
información, manejo de fuentes o replica entre otras. Puntos que se encuentran
en el Código de Ética del Círculo de Periodistas de Bogotá y que muchos
profesionales desconocen. En los medios radiales, otro son los sucesos que
abarcan las problemáticas por parte de los titulados “periodistas” con el
manejo del lenguaje radiofónico.
El sensacionalismo es otro punto que influye
tanto en la el medio televisivo como en el digital. Allí se exponen imágenes
poco gratas que alimentan la curiosidad de otros. El Problema, no se basa tan
solo en eso, el problema es que “estas cámaras son operadas por
periodistas desde un cierto punto de vista, que debe ser analizado, expuesto y
mediado por el mismo periodista que presenta la imagen”.[4]
Debido a todos estos hechos y a la ruptura que
han provocado los periodistas a estos códigos y a su rol como periodista, se ha generado la
oportunidad al público de exigir uno de sus derechos como consumidor, el cual
hace referencia al derecho de reclamar.
Para ello, las compañías proveedoras del
servicio de la información que se han visto involucradas en estos sucesos, por
los errores cometidos de sus periodistas o por los parámetros que tienen para
cubrir las notas, se creó la figura del ombudsman o defensor del lector
escrito, virtual y el defensor del oyente.
¿De
qué se encargar el defensor? De “representar
los intereses del público ante un medio y gestionar sus quejas particulares por
coberturas y tratamientos periodísticos determinados”[5] según Gerardo Albarrán.
A
pesar de que esta figura está dirigida para el público, las empresas de
comunicaciones en ocasiones manipulan la labor del ombudsman para beneficio
propio, ignorando las quejas o sugerencias que realizan los lectores. Y como
este es considerado un “oficio en construcción”[6] como lo asegura Germán
Rey, no existen límites o reglamentos exactos que hable del rol y de las funciones que implican este cargo.
Pero
si las empresas de comunicación manipulan esta labor, ¿quién las manipula a
ellas? “Cada vez más medios de comunicación son controlados de manera directa o
indirecta por grandes grupos empresariales que ven en los medios una suerte de
palanca que podría servirles para influir en políticos.”[7]
Por
otra parte, esta acción no varía en los
medios digitales y para demostrarlo Dan Fisher mientras trabajó en MSNBC afirmó
que “la queja principal que
recibió de los lectores fue la información política tendenciosa, seguida de
reclamaciones por errores tipográficos, gramaticales y en datos duros”[8],
nada diferente a las quejas realizadas por el público lector de la prensa y lo
señalado anteriormente.
Además
de realizar el oficio de presentar las quejas de la audiencia al medio, “la figura del ombudsman del lector sirve no
sólo como tradicional puente de comunicación entre el usuario y el nuevo medio,
sino como promotor de un diálogo ético indispensable en las redacciones
digitales”[9] como lo certifica Gerardo
Albarrán.
En
la parte radiofónica las quejas presentes por parte de los oyentes son el mal
manejo del lenguaje y el trato que recibe por parte de los locutores. Un caso ejemplar
fue el abuso del lenguaje por parte de los locutores de la emisora Tropicana,
la cual se dirige a un público juvenil. Allí no se evidenció la figura del
defensor y por ende los locutores abusaban de su poder; debido a la presión ejercida por el público
finalmente fueron despedidos. Lo mencionado anteriormente demuestra que la
labor del periodista no se limita y su parte ética y profesional, tampoco. Son
muchos los casos en los que se han visto involucrado los periodistas y las
empresas de comunicación y por ende esto se ha vuelto el pan de cada día.
La labor del defensor del televidente en
Colombia aún no se ha evidenciado, como en otros países y a pesar que la mayoría de sus empresas
afirmen lo contrario. Esto es evidente en los canales de televisión, en los horarios
que tiene en su programación; en los diarios y medios digitales, por las
publicaciones y los errores presentes y la omisión de errores ya cometidos. Pero de ¿quién es la responsabilidad? Según lo
planteado en este texto, todos los aquí mencionados tendría algo que ver. El
punto principal es que esto es una cadena, que comienza desde la labor del
periodista y termina en la audiencia. Si el periodista tuviese entre sus
argumentos y conocimientos base, lo que se refiere la ética y los códigos
éticos, no se dejaría manipular por lo que las empresas de comunicación desean
mostrar; no se presentaría quejas o reclamos al respecto del contenido y por ende, la figura del defensor no fuera
necesaria.
Pero vivimos en un país donde la manipulación
la tiene pequeños grupos con grandes ingresos financieros, que mueven grande corporaciones
y pequeñas mentes.
[1] ALBARRAN, Gerardo. La figura del
defensor del lector en los diarios digitales. [ En línea ] http://www.saladeprensa.org/art405.htm [Citado 24 de octubre del
2014]
[2] AZNAR, Hugo. Los códigos
éticos no sirven para nada. [ En línea] http://www.saladeprensa.org/art581.htm [Citado 24 de octubre del
2014]
[3] Ibid
[4] CERBINO,
Mauricio. Ética y sensacionalismo en el periódico digital. [En línea] http://www.saladeprensa.org/art950.htm [
Citado 28 de octubre del 2014]
[5] ALBARRAN, Gerardo. La figura del defensor del
lector en los diarios digitales. [En línea] http://www.saladeprensa.org/art950.htm [Citado 28 de octubre del
2014]
[6] REY, Germán. El defensor del lector: un
oficio en construcción. [En línea] http://www.saladeprensa.org/art426.htm
[Citado 30 de octubre del 2014]
[7] RIBOREAU, Guy.
La deontología periodística frente a los cambios técnicos y la globalización.
[En línea] http://www.saladeprensa.org/art409.htm
[Citado 30 de octubre del 2014]
[8] FISHER, Dan. La figura del
defensor del lector en los diarios. [ En línea] http://www.saladeprensa.org/art405.htm [ Citado 1 de noviembre del
2014]
[9] ALBARRAN, Gerardo. La figura del defensor del lector en los
diarios digitales. [En línea] http://www.saladeprensa.org/art405.htm [ Citado 1 de noviembre del
2014]
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