por: Roberto Cárdenas Jiménez
Es de
suma importancia comenzar diciendo que en la historia del ser humano ha estado
presente el deporte como una actividad implícita de la cultura y de la
sociedad, pues es (y seguirá siendo) una forma de recreación y esparcimiento
donde el hombre a través de esta ocupación se puede entretener, ejercitar e
inclusive demostrar sus habilidades. Desde la antigüedad se han podido
evidenciar diversas prácticas deportivas que han sido aceptadas por la
comunidad tales como: las luchas de los gladiadores en el coliseo romano, las
olimpiadas en Grecia, el juego de pelota creado por los mayas, entre otros.
Es por
eso que al existir diferentes actividades deportivas así como el fútbol, el
beisbol, el tenis entre otros, surge una de las ramas del periodismo conocida
como periodismo deportivo, la cual se encarga de reunir información sobre
diversos asuntos vinculados al deporte, sea a nivel local, nacional o
internacional, con el fin de darlos a conocer en la comunidad para mantenerlos
al tanto de lo que sucede en este ámbito. De manera que el periodista deportivo
va estar estrictamente regido a temas de juego y ejercicio, pues lo único que
le compete es enterarse e ingeniarse una forma (televisión, prensa, radio) para
transferir ese conocimiento del tema, a las distintas clases de público.
Por lo
tanto, antes de comenzar a hablar acerca de la ética de los periodistas
deportivos en Colombia que es el tema que en realidad corresponde en este
ensayo, es conveniente decir lo siguiente a manera de contextualización, y es
que en Colombia la labor del periodismo deportivo se comienza a formar en cuatro
momentos históricos claves: “el primero, se da en 1926 con los Juegos Olímpicos
de Bogotá; luego en 1928, en los Juegos Deportivos Nacionales de Cali; después
en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, cuando se comienzan a mandar
periodistas desde Colombia a Alemania encargados de transmitirles al país todo
lo acontecido respecto a los deportistas que estaban representando la nación
cafetera; y por último en los años ochenta, que fue el instante donde se le
llamó la época dorada del periodismo deportivo,”[1] debido a que en el país
estaban surgiendo prácticas deportivas jamás pensadas como el ciclismo o el
boxeo, además se comenzaba a percibir mayor interés por el público respecto al
tema, y esto desembocó a que la cobertura informativa se ampliara.
Una
tendencia que se ha comenzado a ver en el país es que la demanda de periodistas
deportivos ha crecido y se ha vuelto muy desbordante, pero el problema no
erradica en la cantidad de personas que ejercen esta rama del periodismo sino
la forma cómo esas personas desempeñan su trabajo, pues algunos (porque no son todos) tienen la
concepción de preocuparse más por figurar, y menos se ocupan por ser buenos
periodistas y cumplir a cabalidad con sus obligaciones éticas profesionales y
tampoco le hacen honor a lo que realmente es un periodista deportivo.
Aunque
parezca difícil de creer, en el periodismo deportivo también se han dado casos
y momentos de escándalos éticos, y se hace énfasis en que es poco creíble y es
complicado de que esto suceda, pues se parte del punto de vista que muchas
personas desprestigian este ámbito del periodismo porque lo tildan de banal y
poco trascendental y por eso es extraño que salgan a la luz pública algunos escándalos.
Algo
que es común en el país respecto a este ambiente periodístico, es que se atenta
contra los códigos éticos de manera directa y abrupta, sea en radio, prensa o
televisión, por lo que se evidencia constantemente un sensacionalismo incesante
por parte de los reporteros o informadores, donde se exagera de manera
exponencial cualquier acontecimiento deportivo, es decir lo hacen ver más
importante de lo que debería en realidad ser, dejando a un lado otros
acontecimientos que son meritorios y sustanciales.
Por
esta razón, esos periodistas deportivos realizan una labor desprovista de
códigos éticos y de profesionalismo, porque transforman un suceso en
espectáculo y se demuestra lo que Javier Darío Restrepo dice “no se le da la
medida exacta a la noticia, se engaña sobre su real importancia”[2], es decir, se apunta en su
totalidad a burlase de la buena fe del público, sea oyente, televidente o lector,
de tal manera que también se juega con la incredulidad de las personas, sus
emociones y a su vez con la confianza que esas personas depositan en el medio e
inclusive en el periodista.
Un periodista
deportivo muy reconocido en Bucaramanga que va acorde con lo mencionado
anteriormente sobre la exageración mediática es Felipe Zarruk, locutor de radio
y columnista de Vanguardia Liberal, quien realiza un trabajo falto de ética y
de respeto con sus oyentes y lectores, pues está constantemente burlándose e
irrespetándolos de manera directa y sin rodeos, además que no hay ningún
control por parte del medio ni mucho
menos una medición por las consecuencias que pueden generar sus actos ignominiosos, cargados de
doble sentido y mala entraña.
Así
pues, respecto al periodista deportivo en cuestión y carente de valores
profesionales como Felipe Zarruk, se ve claramente que sucede lo que se discute
en la lectura de Flavia Pauwels frente a la importancia de tener un defensor o mejor
conocido como ombudsman en un medio de comunicación, sea en prensa, radio o
televisión, y entiéndase este término como “aquella persona que en un medio
recibe e investiga las quejas del público sobre la exactitud, la imparcialidad,
el equilibrio y el buen gusto en la cobertura de las informaciones”[3]. Por supuesto se está haciendo
énfasis en el medio radial, y se puede evidenciar que muy poco se aplica en
Bucaramanga este protector y velador de los derechos de aquellos que reciben la
información.
Por consiguiente,
hay un gran descuido en la parte informativa deportiva en Bucaramanga sobre las
personas que informan y utilizan el medio como catapulta a los ciudadanos, pues
hay poca práctica en los códigos éticos y no hay una consolidación manifiesta sobre
lo importante que es respetar a la audiencia y hacer que esos receptores, de
igual manera puedan participar con el medio y con el periodista y que a su vez se
les respete su integridad como seres humanos que tienen derecho a estar
informados pero de la mejor manera.
Otro
fenómeno que también se presenta en el país sobre los periodistas deportivos es
que la información deportiva siempre se ajusta a las mismas temáticas, es decir,
se habla de fútbol y de ciclismo y de ahí no se trasciende y no se trata de
generar una ampliación en la brecha informativa, como si hubiera desidia por
parte de los periodistas en investigar y tratar de encontrar cosas nuevas, partiendo
del punto de vista de que en Colombia se ha empezado a observar el surgimiento
de muchos deportistas en diferentes campos, por tanto, no habría ninguna excusa
en decir que no hay nada nuevo.
Referente
a lo dicho acerca de que la cobertura de información deportiva en Colombia es
mínima porque casi siempre se habla de lo mismo, se podría decir entonces que
el hecho de que la información deportiva esté tan limitada no es por cuestiones
de capacidad por parte del periodista, sino porque el medio le obliga a esta
persona a hacerlo así, debido a que el medio es el esclavizador del periodista
y el periodista es el dependiente del medio y debe hacer lo que más le convenga
al medio de comunicación.
Por
tal motivo, Indiscutiblemente al periodista deportivo también le falta tener
carácter y autonomía para decidir y por supuesto poner en práctica sus códigos
éticos para que no suceda este tipo de cosas, ni mucho menos se le controle y
se le cercene la libertad informativa. Lamentablemente en el área deportiva muy
pocos periodistas tienen en cuenta algunos componentes esenciales que ayudan a
hacer un mejor papel comunicativo en la sociedad. Estos componentes o factores son
“ethos (valores, hábitos y costumbres), mos (moral: normas, reglas y códigos),
doxa (impresiones, opiniones, creencias), episteme (conocimientos), actitudes
(acciones generadas por ella) y objetos (monumentos, documentos, instituciones,
hechos y en general manifestaciones sociales)”[4].
Por último,
para que se forme un buen periodista deportivo en el país, haga un buen uso de
su profesión y no produzca tantas fallas profesionales como el irrespeto al
público, la desinformación, la exageración en la noticia, la falta de
investigación, el sensacionalismo, el amarillismo, entre otras cosas negativas,
que se evidencian hoy en día en muchos de los que supuestamente son ejemplo a
seguir como: Iván Mejía, Felipe Zarruk o William Vinasco, es primordial que la
persona que está en formación comience a creer de manera acertada y sin
dudarlo, en el poder de los códigos éticos, basados en unos principios, esto
quiere decir que esa persona debe actuar éticamente, preocuparse por el otro,
tener una sensibilidad con el mundo y a la vez una empatía.
Por
supuesto, todo esto adquirido también desde el hogar e inclusive desde los
espacios académicos, con el fin de que el día de mañana surjan donadores de
veracidad y no desinformadores o simplemente canales de información que solo
hacen su trabajo porque sí. Partiendo desde la mentalidad que Hugo Aznar nos
dice en su lectura, “los códigos sí sirven. Y, como las profecías que se
autocumplen, cuanto más convencidos estemos de que sirven mayor será su
eficacia y su utilidad, puesto que más común y habitual será también
conocerlos, aplicarlos y reclamar su cumplimiento cuando no se produzca”[5]. Hasta que no haya ese
pensamiento en nuestro país el periodismo deportivo estará destinado a la
hecatombe y la inmolación.
[1] TORRES LOZANO, Nicolás. Periodismo deportivo, Qué ha pasado en las
dos últimas décadas. Bogotá 2010. p11. Trabajo de grado (Comunicador social),
PONTIFICIA Universidad Javeriana Facultad de comunicación y lenguaje carrera de
comunicación social, énfasis de periodismo.
[2] RESTREPO DARÍO, Javier. Ética para periodistas. Bogotá 2005. p295.
La responsabilidad del periodista. Norma.
[3] PAUWELS, Flavia. La experiencia del primer defensor del oyente en
una radio pública argentina [online]. Publicación: Sala de prensa. Disponible en:
http://www.saladeprensa.org/.
[4] FAUNDES, Jorge. El rol de los periodistas y su marco ético [online].
Publicación: Sala de prensa. Disponible en: http://www.saladeprensa.org/.
[5] AZNAR, Hugo. “Los códigos éticos no sirven”[online]. Publicación:
Sala de prensa. Disponible en: http://www.saladeprensa.org/.
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