POR: Andrea Pedraza Mendoza
En la historia de la humanidad muchos inventos se han considerado innecesarios, algunas teorías imposibles y algunos hechos improbables. Más o menos esto es lo que sucede en cuanto se habla de una Deontología o de una ética para la comunicación, no se piensa en la posibilidad de mejorar la calidad periodística y comunicativa, menos viviendo en un mundo mercantilizado y cada día más deshumanizado. Sin embargo el hecho de que esto parezca algo que sólo se queda en los códigos de ética y en los intentos de algunos pocos, no quiere decir que no sea posible, sólo falta dar el primer paso.
Si bien es cierto que muchos son los que afirman que las normas y reglas no sirven para nada[1], como lo señala Hugo Aznar, también es verdad que desde el nacimiento de la comunicación como disciplina de estudio la preocupación por la formación de opinión pública ha estado presente, y esto conlleva a que cada día se investigue más acerca del tema, así como los distintos modos de llevar a cabo prácticas comunicativas e informativas más eficaces que cumplan su función social. La comunicación social-Periodismo debe ser considerada como una profesión más que como un oficio, y para ello necesita de una organización propia que regule internamente su profesión, sobre todo a través de un código ético[2].
El ejercicio periodístico es importante entre otras cosas porque constituye una fuerza que permite no sólo informar sobre los hechos que interesan al público, sino también porque a través de éste se investiga, interpreta y se opina, asimismo es un canal a través del cual se exigen los derechos y deberes personales y colectivos y por el cual se fiscaliza con independencia a los poderes del mercado y la sociedad civil[3].
En Colombia día a día se observan precisamente aquellos vicios comunes que tienen la profesión y que atentan contra las audiencias de los medios. Entre ellos se pueden mencionar algunos como el sensacionalismo, el plagio, la falta de veracidad, la ausencia de investigación, el llamado “unifuentismo”, y el trato de la información como mercancía, asimismo otros como los que menciona Flavia Pauwels son: “la degradación del idioma, pobre debate de ideas, desmesurada competencia por la primicia”. Estas son razones de más para decir que la deontología no es una opción sino necesidad en este país.
Una de las causas, por la cual en Colombia es tan difícil combatir estos males, es porque los periodistas no cuentan con buenos salarios, ni con las condiciones adecuadas para cumplir su profesión. Es muy común observar como algunos periodistas tienen que realizar dos o tres trabajos para distintos medios masivos, muchas veces sin las garantías prestacionales correspondientes. Es por esta razón que también caen en la tentación de ocultar o publicar información por dinero, inventar historias o caer en el sensacionalismo.
Además, “Fotoperiodistas, redactores y reporteros se encuentran entre los profesionales peor pagados en el mundo, según la compañía inglesa CareerCast que publicó un ranking mundial de remuneración de profesiones de profesiones que presenta un panorama negativo para fotoperiodistas, redactores y reporteros de diarios, revistas o televisión, al situarse entre los puestos 185 (40.000 dólares anuales) y 188 (34.000 dólares) de 200 empleos”. Asimismo el Observatorio de la Universidad Colombiana muestra una tabla de las carreras con menores ofertas de empleo disponibles en www.elempleo.com.co, ahí las carreras relacionadas con la redacción, edición y comunicación social son las últimas de la lista.
Una segunda razón de las faltas éticas en los medios, es la censura, acompañada de una falta de independencia del periodista ante la organización mediática. Un ejemplo de esto es que se realizan notas que perjudican a los que compran pautas publicitarias en los medios y por ello no son publicadas, o por el contrario se publican notas que favorecen a los mismos. También están los casos de los periodistas que son amenazados por los distintos grupos armados y que prefieren callar por miedo a perder su vida.
Por último se puede decir que otra causa es la que tienen que ver con la propia actitud del periodista frente a su trabajo. Se puede observar como muchos profesionales pierden el interés en presentar noticias de calidad, ya sea por rutina, por cansancio o simplemente por pereza. Para estos últimos faltan mecanismos que ayuden a sancionarlos.
Algunas alternativas para que estos fenómenos no sigan siendo el pan de cada día en los medios son los códigos ética en los cuales se incluyen artículos que tratan sobre las funciones y responsabilidades del periodista. Los códigos son una guía para evitar cometer los mismos errores que a diario se ven en la prensa, radio, televisión e internet. Sin embargo los códigos por sí solos no son la solución a los problemas, es importante que se haga difusión sobre su importancia y su uso, para que no sigan siendo otro listado de buenos propósitos. La eficacia de estas normas depende de la cultura que se genere alrededor de las mismas. Si se sigue creyendo que los códigos no sirven para nada y se transmite esa percepción a los nuevos periodistas lo más probable es que se convierta en una profecía auto cumplida, generalmente predicada por aquellos que menos las cumplen.
El ombudsman, es otra posibilidad para regular la profesión, y se define como “aquella persona que en un medio recibe e investiga las quejas del público sobre la exactitud, la imparcialidad, el equilibrio y el buen gusto en la cobertura de las informaciones”[4]. No obstante en nuestro país no existe alguien que haga este tipo de trabajo y no por falta de gente idónea para el cargo, sino por falta de garantías en su seguridad personal, por la falta de apoyo civil, y por la competencia entre medios. El único espacio que se genera en la televisión para la revisión de los contenidos informativos lo trasmiten en horarios que no son vistos por la gente, además de que se les hace poca publicidad, pues a los medios no les interesa mostrar sus propias falencias frente a los contenidos.
Es importante resaltar también en este tema que uno de los medios que más necesita de este tipo de regulación es la radio. En algunos programas se observan todo tipo de abuso en contra de las buenas costumbres de los oyentes, quiénes no tienen más remedio de cambiar de canal, como si con sólo hacer eso niños y adolecentes no pudieran tener acceso a la información que se trasmite, incluso en el transporte público. Ante esto habría que apelar a los patrocinadores que apoyan económicamente a estas emisoras, pedir apoyo estatal para que se establezca un espacio público en el cual las personas puedan ejercer un control en los contenidos radiales. Mientras que en los medios digitales son los propias empresas periodísticas quiénes deben asignar a alguien que cumpla este papel.
También, los gremios, organizaciones, colegios o asociaciones de periodistas, sirven como mecanismos de autorregulación, que según la Federación Internacional de Periodistas[5] cumplen entre otras, estas funciones:
1. Proteger la libertad de prensa y de los periodistas y preservar las normas de la profesión
2. Fomentar la formación y el perfeccionamiento profesionales de los periodistas
3. Favorecer la relaciones y la ayuda mutua entre sus sindicatos y miembros
4. Promover la formación y el crecimiento de sindicatos nacionales de periodistas
5. Reunir datos sobre las condiciones de empleo en la profesión
6. Aumentar el prestigio y reforzar la función social de la profesión.
En Colombia existen muchos de estos gremios, pese a ello no son muy visibles en la sociedad. Vale la pena revisar lo que ellos están haciendo por la transformación de la sociedad, porque finalmente la unión es la que hace la fuerza, sólo de esta forma se pueden sacar adelante diferentes proyectos comunicativos, tanto organizacionales, como legales que ayuden a y a la protección de los derechos y deberes de los periodistas.
Sin embargo los códigos de ética, el nombramiento de un ombudsman, ni los gremios u organizaciones, son garantía para mejorar la calidad de la información. Además de esto hace falta la generación de receptores críticos que estén dispuestos a recibir una información, aunque quizá más lenta, también más completa, veraz y oportuna. Para la creación de los mismos es necesario que se impulse desde las escuelas y los colegios actividades que propendan por una análisis más detallada de las noticias, creando así una de cultura de “no tragar entero” y tal como lo afirma Hugo Aznar “debe pasar de considerarse más que una simple masa a ser parte de activa y responsable de la actividad mediática. Para ello es necesario que propietarios y directores de los medios de comunicación decidan dedicarles espacios, instrumentos, y representantes que les defiendan y los apoyen”.
En cuanto esto último, es preciso también que se mencionen dos formas de control que organismos periodísticos tanto públicos como privados deben considerar en función de cumplir su labor social, estos son: las líneas editoriales, las cuales “deben someterse a los principios deontológicos elementales del periodismo[6]” y los comités de éticas, cuyos miembros “se encargarán de detectar las violaciones a los códigos , lo que les permite abrir una discusión deontológica en su redacción para evaluar la situación concreta y llegar a la mejor solución posible”[7]. Estos dos son muy escasos y visibilizan la falta de compromiso de las empresas de medios con sus públicos. En Bucaramanga son inexistentes este tipo de regulaciones y muy necesarias teniendo en cuenta que tan sólo tenemos tres periódicos, dos de ellos de la misma editorial.
[1] http://www.saladeprensa.org/art581.htm. AZNAR, Hugo. Los códigos de ética no sirven. Enero, 2004.
[2] CEBRÍAN, Juan Luis, Los Marcos de la Acción Periodística. Pág. 103.
[3] http://www.saladeprensa.org/etica.htm. FAUNDES, Juan Jorge. El rol de los periodistas y su marco ético. Febrero de 2011.
[4] http://www.saladeprensa.org/art644.htm. PAUWELS, Flavia. La experiencia del primer defensor del oyenteen una radio pública argentina. Noviembre de 2005.
[6] http://www.saladeprensa.org/art405.html. ALBARRA DE ALBA, Gerardo. La figura del defensor del lector
en los diarios digitales. Diciembre de 2002.
en los diarios digitales. Diciembre de 2002.
[7] Ibídem.