Por Omar Guillermo Castro
Son muchos los debates que se tejen en torno a los verdaderos alcances de la ética en el ejercicio periodístico y su representación en los medios de comunicación. Si bien la historia misma nos ha permitido ver claramente con sucesos que han quedado enmarcados para la recordación de la humanidad algunos ingentes vacíos en el terreno de lo ético y destellos de algunos aciertos, sería preciso definir con certeza cuál ha sido y es en la actualidad el principal papel que desempeñan en el transcurrir de la cotidianidad su efectividad y lo útil de su razón.
Teniendo en cuenta lo anterior, lo más prudente será empezar a definir algunos términos que nos ayudarán en la comprensión del tema, además de aterrizar conceptos y contextualizar esta discusión. Para de esta forma poder vislumbrar cuál es el reto de la ética en los medios de comunicación, se empezará por definir que es ética.
La ética es una rama de la filosofía que abarca el estudio de la moral la virtud el deber y el buen vivir, partiendo de este planteamiento es posible trasladar la ética al terreno de lo cultural, de lo social y lo público pues se trata de un conjunto de acuerdos consensuales que propenden por la incansable búsqueda de, bien común y el equilibrio social, difiriendo del carácter subjetivo atribuido a la moral que sugiere que cada individuo ostenta una única e intransferible escala axiológica que determinará su comportamiento en cada uno de los roles sociales que esta persona desempeñe.
Conforme con esta idea de subjetividad y objetividad sería posible aducir que la ética no es un asunto que le atañe únicamente a las razones más íntimas de cada persona, en el plano donde nadie debería intervenir: lo intrínseco y privado. Por otra parte sabemos también que deben existir mecanismos de control y códigos de conducta que confinen el albedrio humano a un “deber ser” que propenderá por el equilibrio social y el bien común. La manera en que una persona ejerce su rol como profesional desencadenará un sinnúmero de consecuencias a nivel público que no permiten ser tomadas a la ligera.
En el caso de un periodista las motivaciones de su proceder deben estar situadas en la responsabilidad, la honestidad y el respeto por los lectores y la profesión.
Todo aquel que ha decidido ser periodista ha decidido concienzudamente ceñirse y acatar cabalmente los códigos establecidos en el deber ser de la profesión y cada uno de sus actos deben estar encaminados al cumplimiento de los preceptos adoptados como propios.
Será fácil recordar para todos el escándalo internacional que hace algunos meses se desató cuando el periódico británico “News Of The World” admitió haber interceptado ilegalmente a más de mil personas y sobornar a miembros de Scotland Yard buscando información para sustentar sus primicias, el periódico perteneciente al magnate australiano de las comunicaciones Rupert Murdoch debió cerrar sus puertas después del bochornoso incidente, que una vez más abre una profunda discusión sobre la profunda crisis ética que atraviesa el periodismo en nuestros días.
El caso News Of The World es tan sólo un sencillo ejemplo de contextualización, a nivel mundial se pueden contar por miles las irregularidades y atropellos cometidos por aquellos abanderados defensores de la verdad que el imaginario popular reconoce en los periodistas.
En los anales de la historia reposan los ejemplos: desde noticias falsas como el diario norteamericano que aseguraba la existencia de vida extraterrestre en la Luna, extraños seres alados morfológicamente parecidos a los humanos, hasta la revista alemana que aseguraba tener en su poder los diarios íntimos de Adolfo Hitler, otro famoso escandalo resultado de la ausencia de códigos de conducta fue el protagonizado por Louis Seibold quién logró obtener un un premio Pulitzer con una falsa entrevista realizada al entonces presidente norteamericano Woodrow Wilson.
Si bien la realidad colombiana es un contexto único y difiere política, cultural y económicamente de Europa y Norteamérica, no es precisamente un escenario donde el periodismo y el magnífico ideal de su ejercicio gocen de las garantías que los periodistas anhelan, ni estos a su vez y las empresas periodísticas a las que sirven son baluartes de la ética.
Los últimos informes del CPJ (Committee to Protect Jorurnalists) indican que Colombia sigue siendo uno de los países donde es más peligroso ejercer el periodismo; y es un hecho que deben existir determinadas condiciones que permitan un desarrollo pertinente del trabajo de periodistas y comunicadores, razón que no subordina el reglamento ético en el cumplimiento de dicha labor.
Es decir, haciendo a un lado los factores socioculturales que dificultan la tarea de informar oportuna y verazmente, no es esta falencia una manta que cobije los desfases éticos, los irresponsables vacíos y atropellos cometidos por periodistas o pseudo periodistas que olvidan constantemente el compromiso adquirido al decidir voluntaria y se pensaría noblemente ejercer una profesión.
Avanzando en esas principales falencias no es complicado comprobar que hoy en día en Colombia es casi irrisorio hablar de periodismo independiente, periodistas sometidos a intereses económicos y políticos de sus casas periodísticas, casas periodísticas convertidas en plazas de mercado que ofertan su respaldo al mejor postor, cantidades in mencionables de dinero de por medio y la pauta publicitaria que antipáticamente se impone. Coinciden Hugo Aznar y el Círculo de periodista de Bogotá en anunciar una escala de valores invertida donde los principios son negociables, elásticos y la excesiva permisividad como hombres y empresas permite que un irresponsable afán se imponga sobre la verdad.
Existen códigos internacionales que protegen la libertad de prensa e información, en Colombia el artículo 20 de 1991 así lo señala: “Las Personas tienen derecho a recibir información y a informarse” existen manuales de ética periodística y existen también por supuesto, códigos e instituciones defensoras de esta ultrajada profesión, pero ¿quién vigila de cerca, quién puede imponer el asunto ético?
La globalización y el acceso a la información desmesurada en formato digital , además de desempeñar ese no injustamente asignado rol de salvadora de las comunicaciones juega también de manera paradójica el papel de verdugo de la verdad y la ética, y se suma a la profunda crisis que precedía a los demás medios.
En este orden de ideas, el asunto de lo digital y lo global llega para hacer meya en el desalentador trance deontológico del periodismo actual, no son pocos los esfuerzos que se deben realizar para sobreponerse y alcanzar un estatus que dignifique la profesión, se requieren profundos cambios culturales, sembrar las ideas apropiadas en el hombre , para cosecharlas en el profesional, es más que un simple problema de oficina , es un vistazo de lo que somos como especie , el reflejo de cientos de años de cientos de años de convivencia y aceptación de modelos de pensamiento equivocados.
El periodismo y el mundo piden un cambio radical, un gran reto como profesionales y personas. Invertir nuestro más profundo pre saberes, concebir lo inconcebible: la inversión de prioridades. Familia, academia, empresa, sociedad tendrán que hacer lo que propio.
Bibliografía
Constitución Política de Colombia
http://www.cpj.org/
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