Por: Camila García
A decir verdad no se requiere que un periodista siga ordenes y reglas éticas para que sea un excelente profesional, en un país donde empieza a primar el beneficio de los poderes mediáticos sobre lo que la sociedad realmente necesita, se requiere un profesional que tenga agallas para demostrar las verdaderas caras del pueblo, para leer entre frases lo que el gobierno manda y sobre todo para contar la verdad del hecho.
· Informar veraz, exacta, amplia y oportunamente
· Investigar e interpretar y opinar desde el interés público
· Difundir, exigir y defender de manera proactiva los derechos y deberes personales y colectivos
· Fiscalizar con independencia a los poderes del estado, del mercado y de la sociedad civil.
Si bien es cierto que en esa línea de ideas en su mayoría, los periodistas deben cumplir con deberes que no cualquier profesional está dispuesto a cumplir, no por falta de responsabilidad social, sino porque no todos los actores sociales están dispuestos a trabajar con y por la sociedad en una forma tan amplia, compleja y sobre todo tan activa; un periodista no es aquel que se para frente a la cámara a contar, ni aquel que copió algo de internet y pego en un periódico, mucho menos un locutor que solo lee lo que otros mencionan, el verdadero periodista es aquel que ha hecho hasta lo imposible por obtener la información desde la fuente principal e intenta hacerla entender al público.
Por otro lado, muchos de estos profesionales se han cobijado bajo leyes de libertad de expresión e información que proporciona grandes ventajas a la hora de recoger la información pertinente; lo más curioso, es que este tipo de “ayudas” usualmente son negadas no con propósito de proteger al bien común, sino con la idea de evitar que este dé cuenta o cuestione la existencia de documentos o actividades clandestinas.
Todas las personas tienen derecho a tener su privacidad, pero los estamentos públicos, como su nombre bien lo enfatiza, son de todo aquel que quiera ir y es al sector que más debe fiscalizarse, por bueno o por malo, requiere una exhaustiva y constante investigación para estar siempre seguro de que todo lo ocurrido en dicha institución no afecte a la sociedad.
El comportamiento de un periodista no debe estar condicionado por todo aquello que su contexto le afecte, es decir, si vive en una dictadura parte del periodista debe estar con la dictadura y otra parte con la resistencia, la idea no es buscar los polos de la situación sino encontrar aquel punto medio llamado objetividad; el periodismo de calidad[3] que propone la recuperación de dos conceptos básicos para transitar los cambios necesarios y urgentes. Por un lado, la información como bien público, nutriente y esencial de una sociedad democrática. Por otro, la convicción ética de las implicancias y responsabilidades que exige la práctica profesional del periodismo.
Por otro lado, dentro del imaginario de los periodistas se halla la idea de un mejor manejo de los lectores frente al periodismo en todas sus dimensiones, sin embargo, estos espectadores no han interiorizado sobre su mismo trabajo en los medios al no ser exigentes en el contenido; titulares que rayan al extremo del vouyerismo, contenidos amarillistas e incluso indiferencia frente a los problemas reales de la sociedad, la indiferencia frente a la ética y a la vigilancia del bien común hace al periodismo cada vez más pobre, mucho peor, convierte a los públicos pasivos.
Según los grandes maestros de la ética periodística cómo Javier Darío Restrepo, María Teresa Herrán entre otros, todo lo que afecta al bien común puede ser noticia más la importancia del impacto de los hechos sobre el bien común es un asunto delicado.
Muchas veces, la premisa de “Informar veraz, exacta, amplia y oportunamente” es el estandarte a lo que la sociedad necesita y es bajo la lógica de la defensa de la sociedad misma, es lo que el periodista debería hacer independientemente de los intereses de los medios; podrá ser utópico, pero la verdadera función del periodista es evitar a toda costa dar información falsa o información a medias porque no hay nada más peligroso que la malinterpretación por parte de los espectadores.
Otro aspecto complejo es la tendencia maniqueísta que el medio y el periodismo han creado para sí; esta, genera malestar en el público ya que atribuirse el papel de juez es lo más alejado al ejercicio periodístico.
El periodista es el canal entre el lector y la realidad, tanto el uno como el otro espera la buena fe del lector a la hora de enterarse de la realidad y el cambio por parte de la sociedad frente al mismo aunque si se contextualiza en un espacio dónde es el amarillismo el principal productor de conformismo, viéndose este desde dos aspectos:
1. El aspecto negativo por su exagerada redacción de la situación y pintoresco estilo a la hora de titular,
2. El aspecto positivo ya que su cercanía con el público es mucho más real, además de la utilización de terminologías que la masa considera adecuada para sí.
En todo caso, no se puede negar que los medios que usan esas técnicas a la hora de informar no logran un cometido ético, la mente del público no asume en qué tipo de lenguaje está pensado la redacción de la información y buscan refugiarse en pequeños cubículos de conformismo noticioso que en varios casos llega a ser la única realidad percibida.
Carlos Pulgarín[4] en su artículo para Sala de Prensa “¿Los colombianos creen en los medios de comunicación?”[5] publicó que la Agencia Yankelvich Acevedo & Asociados utilizó una muestra de 700 personas, en seis cuidades del país sobre la credibilidad que tienen en los contenidos informativos.
La investigación mostró que la televisión obtuvo un 84,5% de opinión favorable, seguida de la prensa con 81,8%, la radio 76,6%, revistas 54,9% e internet con el 43,2%.
En el mismo artículo se menciona que en los últimos tres años, un alto porcentaje de colombianos (49,1%) no sólo ha cambiado su fidelidad en cuanto al tipo de medio que prefiere, sino que la percepción en cuanto al factor de credibilidad se conserva a pesar de la crisis y la presión de la guerra sobre la prensa.
Así mismo, la investigación encuentra un grupo (26%) que afirma que ahora cree más en los medios de comunicación a lo que creía antes y otro grupo (3%) que manifiesta que hace tres años no creía en la información noticiosa, pero ahora sí; por último, el 15.3% de los encuestados ahora cree menos en los medios de lo que creía antes. Un 3.2% dejó de creer de manera total.
La preocupación aquí tal vez no radica ya en si es buena la relación medio-sociedad, sino si esta “alza” en la credibilidad está ligada al buen comportamiento de los periodistas y los dueños de los medios, o por el contrario, está ligada a la red engañosa que a la que este país se ha ido narcotizando con el paso de las mismas familias en el poder de los medios y en el control de lo conveniente para sí mismos.
A partir de esto, la falta de replica se hace más constante, aquella que alimenta la falta de ética periodística y reiterando en lo anterior, sin medios o periodistas que hagan debate o aunque sea discutan sobre el inconformismo que existe tras los que dominan tanto medios como masas; ese bien común por el que se vela, no sería más que una ilusión de esas que se enseñan en la cátedra y no se pueden aplicar a la vida real.
Para concluir, se ve importante que la realización del periodista como ente profesional es un asunto de extrema delicadez, aún cuando este sea profesional o empírico, la cuestión radica a veces no radica en que tan buen redactor sea, sino en que tan interesado esté en la sociedad en la que convive, sea cual sea su ambiente, un periodista que se encuentra en la posición de la defensoría social debe siempre mantenerse fuerte pese a las circunstancias y sobre todo mantener la posición social porque tal y como advierte el título, esto no es un negocio familiar es un asunto social.
[1]Colaborador de Sala de Prensa, académico de la escuela de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad de Artes y Ciencias Sociales (ARCIS) de Santiago, Chile y coordinador del Observatorio Cuidadano de Acceso a la Justicia de la Corporación ONG Formación Jurídica para la Acción (FORJA)
[2] FAUNDES, Juan Jorge. En: Rol del periodista, acceso a la información y reforma procesal penal. FORJA. Santiago de Chile. 2003. Cap 1.
[3] GÓMEZ Mompart, Josep Lluís (2001): Periodismo de calidad para una sociedad global. EN: Pasajes, nro. 7, p 25-35, Universidad de Valencia
[4] Periodista colombiano exiliado originalmente en Perú, radica actualmente en Canadá gracias al apoyo del Instituto de Prensa y Sociedad; es colaborador de Sala de Prensa.
[5] PULGARÍN, Carlos. ¿Los colombianos creen en los medios de comunicación? EN: http://www.saladeprensa.org/art424.htm
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