miércoles, 25 de mayo de 2011

¿La culpa es de la televisión?

Por  Wolfgang Eiffel Arias Prada
El medio que más se consume a nivel mundial es la televisión, ya que, a pesar de que el internet está ganando aceleradamente terreno, la brecha entre los países desarrollados y los países en vía de desarrollo en cuanto a la alfabetización digital, es todavía muy grande como para que éste último vaya a la cabeza.
Al respecto conviene decir que al ser el medio de mayor consumo requiere de un amplio análisis, puesto que la cantidad de personas a las cuales afecta es más que considerable.
Queda definido que la relevancia de la televisión no está en discusión. Ahora bien, ya que afecta a tantas personas cabe preguntarse, desde el punto de vista ético, es decir, desde lo que es mejor para todos, si la televisión es beneficiosa o no.
Con esto en mente, y tomando como hipótesis que el consumo de televisión puede llegar a entorpecer las capacidades comunicativas de las personas, conllevando por ende al detrimento de su calidad de vida, basándose en el argumento de la película El insoportable, en la cual un instalador de cable interpretado por Jim Carrey, se convierte en un neurótico acosador, todo a causa de haber sido abandonado por su madre al cuidado del televisor, se intentará develar la responsabilidad de la televisión en este tipo de problemas sociales.
Así mismo, el doctor William Belson, ha llevado a cabo investigaciones en Londres, Inglaterra, sobre los efectos de la televisión en diferentes actividades culturales. En dichas investigaciones, se pudo constatar que “la televisión ha tenido un efecto bastante pernicioso en muchas de las artes ya institucionalizadas y en los objetivos de un ocio más cultural”.[1]
De tal modo que, formas de comunicación como las artes ya institucionalizadas, se están viendo afectadas por el predominio de la televisión, sin tener claridad aún, de si ésta es capaz de suplir a las anteriores.
Al lado de ello, el reconocido escritor argentino puso a discusión, en su libro La Resistencia, que “El estar monótonamente sentado frente a la televisión anestesia la sensibilidad, hace lerda la mente, perjudica el alma”.[2]
Al llegar a este punto, queda entonces confirmada la hipótesis inicial, al menos por Sábato, quien no sólo toma en cuenta los perjuicios comunicativos, sino que va más allá, y coloca la situación en un plano trascendental, haciéndose inevitable cuestionarse sobre las bases de su planteamiento.
Análogamente, cabe preguntarse por el caso colombiano particularmente, de la mano del papel de la Comisión Nacional de Televisión, CNTV, en los efectos que tiene la televisión en las audiencias.
Basándose en la Ley 1106 de 2006, "por la cual se consagran unos instrumentos para la búsqueda de la convivencia, la eficacia de la justicia y se dictan otras disposiciones", la CNTV tiene una gran responsabilidad frente a lo que puede estar ocurriendo con las personas que son afectadas, para bien o para mal, por la televisión.
Dado que una de las poblaciones más expuestas a la televisión, y quizás, más vulnerables a ella, son los niños, conviene analizar en detalle hasta qué punto la televisión puede ser crucial en su desarrollo.
A partir de la afirmación del investigador británico James D. Hallordan, “Los niños son particularmente susceptibles a la presentación estereotipada de grupos, situaciones, ocupaciones, etc., cuando tienen poca experiencia o incluso ninguna en relación con ellos”… “El papel de la televisión y de los otros medios en el desarrollo de los otros medios en el desarrollo de los estereotipos raciales es una muestra de lo interior y una muestra que precisa una investigación diferente. Si los medios sólo nos muestran a los inmigrantes cuando se encuentran en situaciones de crisis, ¿debemos extrañarnos de que haya un amplio uso de estereotipos raciales?”.[3]
Con sano criterio se puede decir que el manejo de la información en la televisión, en especial con los niños, requiere de un cuidado especial, lo cual se traduce en el manejo de las temáticas expuestas, además de los horarios de las parrillas de programación.
De otro lado, Hallordan aclaró que “es corriente asegurar que allí donde las actitudes y los valores se encuentran bien formados es difícil que la televisión ejerza gran influencia”.[4] Con base en esto, la responsabilidad se traslada sobre los otros formadores, que en la mayoría de los casos vienen a ser los padres, o las figuras paternas, así como los docentes y las instituciones educativas en general. ¿Cuál es el papel que toman los espectadores frente a la televisión? Ésta puede ser la clave para comprender los fenómenos anteriormente mencionados.
Con todo y lo anterior, Hallordan precisó, refiriéndose particularmente a los británicos, que “En la actualidad es bastante corriente escuchar que los británicos están, por fin, comenzando a tomar conciencia de su entorno visual”… “la televisión puede tener una parte en su desarrollo, aunque globalmente de forma indirecta”.[5]
De aquí, que, si bien es cierto que respecto a la televisión Sábato apuntó que “no sólo nos cuesta abandonarla, sino que también perdemos la capacidad para mirar y ver lo cotidiano”… “Muchas veces me ha sorprendido cómo vemos mejor los paisajes en las películas que en la realidad”[6], cabe resaltar el papel que puede tener generando conciencia del propio entorno visual, como bien lo indicó Hallordan.
Al llegar a este punto, se puede concluir, por sobre todo, que depende de cada persona decidir su papel frente a la televisión, ya que si ésta bien puede generar desarrollo, hay otra alternativa, y es la que planteó Sábato en La resistencia, la cual consiste en “No permitir que se nos desperdicie la gracia de los pequeños momentos de libertad que podemos gozar: una mesa compartida con gente que queremos, unas criaturas a las que demos amparo, una caminata entre los árboles, la gratitud de un abrazo. Un acto de arrojo como saltar de una casa en llamas. Éstos no son hechos racionales, pero no es importante que lo sean, nos salvaremos por los afectos”.[7]
Como se ve, los pequeños acontecimientos cotidianos a los cuales el hombre tiene la posibilidad de ser especialmente sensible, pueden ser los que les devuelvan esa humanidad a las personas que, sin darse cuenta, pueden haber perdido, o al menos, disminuido notablemente.
De cualquier modo, no viene al caso satanizar a la televisión, puesto que está demostrado que una televisión bien vista puede mejorar la calidad de vida de las personas, y si además, se tiene en cuenta la postura de Sábato de estar especialmente atentos, se puede no más que dar un buen augurio sobre la relación entre la televisión y la sociedad.



[1] BELSON, William. 1954 y 1955. Citado por HALLORDAN, James D. Los efectos de la televisión. Madrid (España): Editora Nacional, 1974. p. 209.
[2] SABATO, Ernesto. La Resistencia. Argentina: Editorial Planeta, 2000. p  14.
[3] HALLORDAN, James D. Los efectos de la televisión. Madrid (España): Editora Nacional, 1974. p. 62-63.
[4] Ibid., p. 63.
[5] Ibid., p. 210.
[6] SABATO, Ernesto. La Resistencia. Argentina: Editorial Planeta, 2000. p  13.
[7] Ibid., p. 130.

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