Por MARCELA PATRICIA SILVA GUTIÉRREZ
“El periódico es una tienda en que se venden al público las palabras del mismo color que las quiere” Honoré de Balzac
La prensa escrita se ha visto afectada en los últimos años por la incrementación de los periódicos tipo tabloides, hechos, especialmente, para que sean consumidos por las clases populares del país. Tomando como referencia el texto “Ética para periodistas” de Javier Darío Restrepo, periodista colombiano con más de 45 años de experiencia en prensa escrita, la prensa amarilla ha contribuido a la degradación del oficio periodístico, ya que se ha dedicado a explotar el sensacionalismo y el morbo de los acontecimientos, dejando atrás la información veraz y la búsqueda del bien común. El autor[1] dice que el periodista es un servidor de la sociedad y que por ende se debe siempre al público antes que a cualquier otra entidad, lo que, evidentemente, en la actualidad no funciona.
Una de las grandes pruebas de este hecho son los titulares que, según el concepto acuñado por Restrepo[2] en su libro, en vez de ser objetivos (más adelante se profundizará este concepto) y referidos netamente a la información sin mezclar en ellos ningún tipo de opinión, se vuelven escandalosos y subjetivos, tal como se ven en tabloides como Q’hubo y El Espacio. Además de ello, los periodistas explotan los recursos gráficos (fotos), publicando de manera escueta y poco ética imágenes de víctimas y victimarios en situaciones que degradan la dignidad humana y que atentan contra “El Código de Ética Periodístico de Colombia”, planteado por el Círculo de periodistas de Bogotá que dice: “El sensacionalismo es una deformación interesada de la noticia, implica tergiversación, manipulación y engaño y, por lo tanto, atenta contra la credibilidad del medio periodístico y burla la buena fe de la sociedad.”[3]. Esta situación, además de ser alarmante, ya que genera una desinformación y un deterioro de la educación lectora del público, hace que se pierda la credibilidad en la palabra del periodista, pues la carencia de investigación, de fuentes y de corroboración en la información (todo esto debido a fenómenos como la inmediatez, la competencia por el rating, etc.) aumentan el número de demandas por calumnia.
A pesar de existir la rectificación, que según Restrepo[4], es el deber del periodista corregir los errores en la información que publica, la credibilidad en su palabra se pierde, el público lo toma como un mentiroso y por ende, el número de réplicas (derecho del afectado a reclamar sobre lo que se publicó) aumenta a la par.
No se pueden dejar atrás dos factores importantes en la deformación de la información; el primero, el maniqueísmo[5] en el que el periodista se olvida de su función de informador y generador de opinión pública para convertirse en un juez, condenando hechos y señalando culpables, muchas veces, sin pruebas que lo respalden. El segundo es la tendencia racista[6], que evidencia la exclusión de la información que compete a la minorías, es decir, sólo se publica o se le da mayor relevancia a las noticias de quienes tienen más poder, dejando de lado lo que se le compete a las abundantes pero ignoradas minorías (grupos indígenas, afroamericanos, campesinas, etc.)
Por otro lado, la objetividad del profesional de la palabra es definida por Restrepo en su artículo “La objetividad periodística: Utopía Y Realidad” como “una pretensión tan desmedida como la de aprisionar el reflejo de las aguas de un río, que en un instante son y en el siguiente dejan de ser. Sin embargo, esa objetividad es la garantía que el lector busca para poder creer”[7]. Esto refleja que la objetividad total es casi un imposible, pero el periodista debe procurar siempre se lo más neutral posible en sus publicaciones, debido a que son sus notas el referente de la opinión pública y la información base para formar sus apreciaciones acerca del tema que sea tratado.
En este orden, la prensa escrita, tanto sensacionalista como formal, ha permitido que la información se degrade a tal punto que genera confusiones en las audiencias y una gran desconfianza hacia los medios de comunicación, provocando que el mismo ciudadano del común empiece a generar su propia información. José Crettaz, periodista del diario La Nación de Buenos Aires, en su artículo “Los 15 pecados del periodismo argentino”[8] ha intentado dar respuesta al porqué de este fenómeno, postulando 15 razones por las cuales el periodismo ha perdido el sentido de su práctica, entre ellas 7, muy importantes y que aplican a la realidad nacional.
El autor[9] identificaba entre sus razones la falta chequeo de la veracidad y precisión de la información y la falta de seguimiento, alegando que la información que se publica carece de investigación y que, como se decía anteriormente, cada vez más los periodistas se preocupan por la inmediatez y no por la profundidad de las notas, haciendo que se conviertan en producto del momento y se olviden con el tiempo. También señalaba que la tendencia a sostener prejuicios en las coberturas y la tendencia a la estigmatización y a la discriminación estaban acabando con la objetividad del profesional, situación que se evidencia claramente en la actualidad del país donde, como se mencionaba anteriormente, la manipulación de la información y la ausencia de las minorías en los medios de comunicación han hecho de la actualidad una cadena de favores políticos y de publicaciones a conveniencia, donde el interés público se deja a un lado para poner en primera estancia el beneficio individual y los intereses económicos.
Crettaz[10] señala, además, la ausencia de buenas noticias en la prensa, lo que hace que los periódicos se vuelvan un nido de pesimismo y desesperanza para el público que lo lee, y así dar paso a la tendencia de emocionalización, concepto acuñado por el mismo autor, en el que define la actualidad del periodismo como un periodismo que sólo se ocupa de llenar los vacios de las clases populares (en el caso de los tabloides) y satisfacer el morbo latiente de las audiencias.
[1] RESTREPO, Javier Darío y HERRAN, María Teresa. Ética para periodistas. Bogotá. Grupo Editorial Norma. 2005.
[2] Ibíd.
[4] RESTREPO. Op. Cit.
[5] RESTREPO. Op. Cit.
[6] RESTREPO. Op. Cit.
[7] RESTREPO, Javier Darío. La objetividad periodística: Utopía y Realidad. Bogotá. 2001.
[8] CRETTAZ, José. Los 15 pecados del periodismo argentino que los periodistas reconocen. Latin American media & Entertainment Observatory. 2010.
[9] Ibíd.
[10] Ibíd.
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