Por: Diana Katherine Quintero Martínez
En
Colombia, los principales medios de comunicación como la Televisión, la Radio y
la Prensa, se han convertido en la fuente de información más confiable y eficaz
para la ciudadanía; información que llega al receptor para crear un concepto o
una imagen de un contexto actual; sin embargo, la mayoría de estos medios
suelen ajustarse a diferentes intereses particulares, ya sean económicos,
sociales o políticos, para mostrar una realidad alterna acorde a su
conveniencia.
La
labor principal de un periodista consiste en llegar a verificar dicha
información para lograr denunciar ante la comunidad todas aquellas falencias,
que de una u otra forma están afectando el desarrollo y el derecho de vivir en
una comunidad igualitaria; por esta misma razón, la posición de los periodistas
que integran los diferentes medios de comunicación en la actualidad es
cuestionable, pues no existe una mayor evidencia de que se esté velando por el
beneficio social, al contrario, lo que se intenta mostrar es un entretenimiento
a base de estereotipos que logran alienar a la audiencia, apagando las luces de
la igualdad, la verdad y la justicia; de acuerdo con ello, podríamos preguntar,
¿Existe realmente la objetividad en la Radio, la Televisión y la Prensa
colombiana?
Para
resolver la incógnita, en primer lugar es importante tener en cuenta que los
medios de comunicación se clasifican en masivos, complementarios o alternativos[1].
De tal manera, que la discusión se va a concentrar en los medios masivos, ya
que en Colombia son los que ejercen principal influencia en la población.
En
segundo lugar, es conveniente aclarar que la objetividad es considerada como la
forma de ver la realidad de manera neutra, es decir sin tener una
interpretación que favorezca los puntos de vista personales; sin embargo, para
la autora María Teresa Herrán “El fenómeno de la información resulta doblemente
subjetivo si se tiene en cuenta que los sujetos opinantes son dos en el ámbito
de la misma relación y percepción de lo que es el mismo objeto de la
información”.[2],
esto quiere decir que no se puede exigir una objetividad absoluta a un
periodista, debido a que siempre la información va a ser abordada desde una
estilo de redacción y va a crear un punto de vista; pero María Teresa también
argumenta: “La buena fe es el elemento de autenticidad necesario para que el
periodista, basado en el presupuesto ético que esa buena fe supone, pueda
ejercer su profesión de tal manera que cumpla con el propósito esencial de
informar a la comunidad”.[3];
Entonces si existe un compromiso del periodista hacia la sociedad, éste no
puede estar desligado en su obligación de velar por el beneficio común; el
hecho de marcar un estilo periodístico no tiene nada que ver con favorecer
intereses particulares.
En
los medios masivos se evidencia diariamente la falta de objetividad; en la
Televisión por ejemplo, los canales privados dominan el favoritismo de los
colombianos, pero el reflejo de la información proyectada es solo un panorama
de una realidad paralela mostrada a través de los intereses particulares de
terceros sobre la sociedad. La programación solo se ajusta hacia estereotipos
marcados, que limitan un pensamiento colectivo hacia un ideal ‘aparentemente’
cultural; no se contribuye a la educación, al contrario se fomenta el
analfabetismo; esto se evidencia, cuando en una producción televisiva se
muestra como el héroe principal a un personaje como Pablo Escobar, quien no
necesitó estudiar para lograr lo que quería; eso es lo que está sembrando la
Televisión nacional en las futuras generaciones, ellos ya ven y admiran a un
personaje que solo crea una imagen negativa de los que somos otros colombianos.
Según el autor Omar Rincón “La
Televisión es el medio central para el juego de los sentidos colectivos en la
sociedad actual, su centralidad está marcada como institución social y
cultural, ya que, sin querer queriendo, interviene en los procesos educativos y
políticos de una comunidad y conforma los modos de la imaginación colectiva”.[4];
de acuerdo a ello, me surge una nueva posición, en Colombia si se está educando
a través de la Televisión privada, se está enseñando, pero no a restar,
multiplicar y dividir; se está enseñando a traficar drogas, a matar, a
prostituirse, gracias a las ‘maravillosas’ producciones televisivas que
alimentan el morbo de la sociedad, los mismos que retroalimentan más contenido
de ese tipo por medio de los elevados ratings.
En
la Radio, los contenidos son vacios; no generan pensamiento; no promueven
cultura; se dice que entretienen, pero lo hacen compartiendo hasta los más íntimos
secretos de su propia audiencia; la burla y la humillación pública son un “pan
de cada día”; temáticas de extrema importancia como la sexualidad son abordadas
de una manera triste y errónea por personas altamente ignorantes en el campo; emisoras
privadas fomentan cada día problemáticas sociales como los embarazos a temprana
edad y las enfermedades de transmisión sexual, entre otras; es realmente
cuestionable el papel actual que cumple la Radio en la sociedad; la gente se ha
alejado de este medio, porque simplemente están cansados de escuchar las mismas
estupideces día y noche; es una lástima, porque cuando la Radio llegó a
Colombia, educaba, entretenía, informaba con un carácter innovador y
respetuoso. Las radionovelas pasaron a convertirse en los relatos de las
aventuras sexuales de cualquier persona. A pesar de ello, en la Radio no todo
es negativo, aún existen emisoras comunitarias y universitarias que fomentan la
educación a través del entretenimiento. Iván
Darío Chaín argumenta que “Una programación es
mucho más que la suma de programas. Una programación implica pensar e
imaginarse cada programa, construirlo y organizarlo de modo que llenemos todos
los espacios de nuestras emisiones; es preguntarse cuándo sale al aire; qué
días; a qué hora; a quiénes va dirigido; y de qué forma supera a la competencia
con la que se enfrenta”.[5]
Esto se ve presente en emisoras como Luis Carlos Galán, que demuestra realmente
una cultura musical y sus orígenes.
La realidad en la Prensa no es distante a los demás medios de
comunicación; el sensacionalismo es casi tan común en el diario vivir a dormir
y comer; las noticias son tomadas de una forma amarillista sin importar el
dolor por el cual puede estar pasando una familia o una población. Según Javier
Darío Restrepo “Una forma de burlar esa confianza del público, esa buena fe que
demuestra al aceptar como ciertas informaciones suministradas por el
periodista, es no darle la medida exacta de la noticia, es decir, engañarlo
sobre su real importancia”.[6];
un concepto que se complementa con el Artículo octavo del Código de Ética del
Círculo de Periodistas de Bogotá: “El sensacionalismo es una deformación
interesada de la noticia, implica manipulación y engaño, por tanto burla la
buena fe del público; a su vez es fomentada por: La falta de garantías para el
ejercicio profesional, la concentración de los medios, La obsesión de competir
por el rating y el inmediatismo”.[7]
En resumen, la Radio, la Televisión y la Prensa suelen ser
maniqueístas; es decir muestran la cara exagerada del bien y el mal en una
noticia, emitiendo un juicio subjetivo
sobre determinada información; la Televisión muestra síntomas de maniqueísmo
más frecuentes que los demás medios; los canales privados son propicios a
utilizar este fenómeno como un recurso informativo; lo cual no está bien;
siempre es la audiencia quién debe decidir si es bueno o es malo; un ejemplo de
ello, son los constantes gestos que emiten los presentadores de noticias en el
momento de dar una información; frases cómo ¿Qué tal esto?; eso se sale de las
manos; ellos no lo deben hacer, en dónde quedó su parcialidad, un gesto no
denuncia nada; si bien, uno de los objetivos es denunciar; una denuncia no se
hace a través de un gesto, una frase o un punto de vista, se hace a través de
un argumento coherente.
Para finalizar, estos medios de comunicación tradicionales
deben trabajar demasiado en los ideales de las labores periodísticas, más que
pensar en la información como un producto comercial que determina si soy visto
o no por medio de un rating; se debe pensar más en la comunidad. Si los
intereses particulares de unos sobre otros se oprimen, es posible tener una
cobertura educativa de los mismos medios; canales institucionales como Señal
Colombia; programas que entretienen y enseñan el uso adecuado del idioma
español como “El profesor Súper O”; buenas emisoras con caracteres educativos
como las radios comunitarias o las emisoras universitarias. Si existe una
posibilidad de cambio y no como un fin que justifique medios a través del
comercio.
Quiero dejar como una reflexión final, el concepto planteado
por el autor Javier Darío Restrepo, tomado del libro Ética para periodistas:
“La ética periodística está constituida sobre dos bases fundamentales: una es
el amor y respeto por la verdad; y la otra es el servicio del bien común”.[8]
[1] Clasificación de los medios de comunicación http://www.promonegocios.net/publicidad/tipos-medios-comunicacion.html
[2] HERRÁN, María Teresa; RESTREPO, Javier Darío; Ética para
periodistas; Editorial Tercer mundo; Capítulo 5: El bien común; Capítulo 6:
Información veraz y suficiente; Capítulo 7: El periodista y la buena fe del
público; Capítulo 8: La Rectificación; Capítulo 11: La responsabilidad del
periodista; Colombia, 1995.
[3] HERRÁN, María Teresa; RESTREPO, Javier Darío; Ética para
periodistas; Editorial Tercer mundo; Capítulo 5: El bien común; Capítulo 6:
Información veraz y suficiente; Capítulo 7: El periodista y la buena fe del
público; Capítulo 8: La Rectificación; Capítulo 11: La responsabilidad del
periodista; Colombia, 1995.
[4] RINCÓN, Omar. Los 10 mandamientos para hacer Televisión educativa http://www.colombiaaprende.edu.co/html/mediateca/1607/article-74983.html
[5] CHAÍN, Iván Darío. Una metodología para programar nuestra emisora http://daniradio.wordpress.com/2009/09/30/una-metodologia-programar/
[6] HERRÁN, María Teresa; RESTREPO, Javier Darío; Ética para
periodistas; Editorial Tercer mundo; Capítulo 5: El bien común; Capítulo 6:
Información veraz y suficiente; Capítulo 7: El periodista y la buena fe del
público; Capítulo 8: La Rectificación; Capítulo 11: La responsabilidad del
periodista; Colombia, 1995.
[7] HERRÁN, María Teresa; RESTREPO, Javier Darío; Ética para
periodistas; Editorial Tercer mundo; Capítulo 5: El bien común; Capítulo 6:
Información veraz y suficiente; Capítulo 7: El periodista y la buena fe del
público; Capítulo 8: La Rectificación; Capítulo 11: La responsabilidad del
periodista; Colombia, 1995.
[8] HERRÁN, María Teresa; RESTREPO, Javier Darío; Ética para
periodistas; Editorial Tercer mundo; Capítulo 5: El bien común; Capítulo 6:
Información veraz y suficiente; Capítulo 7: El periodista y la buena fe del
público; Capítulo 8: La Rectificación; Capítulo 11: La responsabilidad del
periodista; Colombia, 1995.
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