miércoles, 19 de febrero de 2014

Medios de comunicación: una búsqueda de objetividad

Por: Diana Katherine Quintero Martínez

En Colombia, los principales medios de comunicación como la Televisión, la Radio y la Prensa, se han convertido en la fuente de información más confiable y eficaz para la ciudadanía; información que llega al receptor para crear un concepto o una imagen de un contexto actual; sin embargo, la mayoría de estos medios suelen ajustarse a diferentes intereses particulares, ya sean económicos, sociales o políticos, para mostrar una realidad alterna acorde a su conveniencia.
La labor principal de un periodista consiste en llegar a verificar dicha información para lograr denunciar ante la comunidad todas aquellas falencias, que de una u otra forma están afectando el desarrollo y el derecho de vivir en una comunidad igualitaria; por esta misma razón, la posición de los periodistas que integran los diferentes medios de comunicación en la actualidad es cuestionable, pues no existe una mayor evidencia de que se esté velando por el beneficio social, al contrario, lo que se intenta mostrar es un entretenimiento a base de estereotipos que logran alienar a la audiencia, apagando las luces de la igualdad, la verdad y la justicia; de acuerdo con ello, podríamos preguntar, ¿Existe realmente la objetividad en la Radio, la Televisión y la Prensa colombiana?
Para resolver la incógnita, en primer lugar es importante tener en cuenta que los medios de comunicación se clasifican en masivos, complementarios o alternativos[1]. De tal manera, que la discusión se va a concentrar en los medios masivos, ya que en Colombia son los que ejercen principal influencia en la población.
En segundo lugar, es conveniente aclarar que la objetividad es considerada como la forma de ver la realidad de manera neutra, es decir sin tener una interpretación que favorezca los puntos de vista personales; sin embargo, para la autora María Teresa Herrán “El fenómeno de la información resulta doblemente subjetivo si se tiene en cuenta que los sujetos opinantes son dos en el ámbito de la misma relación y percepción de lo que es el mismo objeto de la información”.[2], esto quiere decir que no se puede exigir una objetividad absoluta a un periodista, debido a que siempre la información va a ser abordada desde una estilo de redacción y va a crear un punto de vista; pero María Teresa también argumenta: “La buena fe es el elemento de autenticidad necesario para que el periodista, basado en el presupuesto ético que esa buena fe supone, pueda ejercer su profesión de tal manera que cumpla con el propósito esencial de informar a la comunidad”.[3]; Entonces si existe un compromiso del periodista hacia la sociedad, éste no puede estar desligado en su obligación de velar por el beneficio común; el hecho de marcar un estilo periodístico no tiene nada que ver con favorecer intereses particulares.
En los medios masivos se evidencia diariamente la falta de objetividad; en la Televisión por ejemplo, los canales privados dominan el favoritismo de los colombianos, pero el reflejo de la información proyectada es solo un panorama de una realidad paralela mostrada a través de los intereses particulares de terceros sobre la sociedad. La programación solo se ajusta hacia estereotipos marcados, que limitan un pensamiento colectivo hacia un ideal ‘aparentemente’ cultural; no se contribuye a la educación, al contrario se fomenta el analfabetismo; esto se evidencia, cuando en una producción televisiva se muestra como el héroe principal a un personaje como Pablo Escobar, quien no necesitó estudiar para lograr lo que quería; eso es lo que está sembrando la Televisión nacional en las futuras generaciones, ellos ya ven y admiran a un personaje que solo crea una imagen negativa de los que somos otros colombianos. Según el autor Omar  Rincón “La Televisión es el medio central para el juego de los sentidos colectivos en la sociedad actual, su centralidad está marcada como institución social y cultural, ya que, sin querer queriendo, interviene en los procesos educativos y políticos de una comunidad y conforma los modos de la imaginación colectiva”.[4]; de acuerdo a ello, me surge una nueva posición, en Colombia si se está educando a través de la Televisión privada, se está enseñando, pero no a restar, multiplicar y dividir; se está enseñando a traficar drogas, a matar, a prostituirse, gracias a las ‘maravillosas’ producciones televisivas que alimentan el morbo de la sociedad, los mismos que retroalimentan más contenido de ese tipo por medio de los elevados ratings.
En la Radio, los contenidos son vacios; no generan pensamiento; no promueven cultura; se dice que entretienen, pero lo hacen compartiendo hasta los más íntimos secretos de su propia audiencia; la burla y la humillación pública son un “pan de cada día”; temáticas de extrema importancia como la sexualidad son abordadas de una manera triste y errónea por personas altamente ignorantes en el campo; emisoras privadas fomentan cada día problemáticas sociales como los embarazos a temprana edad y las enfermedades de transmisión sexual, entre otras; es realmente cuestionable el papel actual que cumple la Radio en la sociedad; la gente se ha alejado de este medio, porque simplemente están cansados de escuchar las mismas estupideces día y noche; es una lástima, porque cuando la Radio llegó a Colombia, educaba, entretenía, informaba con un carácter innovador y respetuoso. Las radionovelas pasaron a convertirse en los relatos de las aventuras sexuales de cualquier persona. A pesar de ello, en la Radio no todo es negativo, aún existen emisoras comunitarias y universitarias que fomentan la educación  a través del entretenimiento. Iván Darío Chaín argumenta que “Una programación es mucho más que la suma de programas. Una programación implica pensar e imaginarse cada programa, construirlo y organizarlo de modo que llenemos todos los espacios de nuestras emisiones; es preguntarse cuándo sale al aire; qué días; a qué hora; a quiénes va dirigido; y de qué forma supera a la competencia con la que se enfrenta”.[5] Esto se ve presente en emisoras como Luis Carlos Galán, que demuestra realmente una cultura musical y sus orígenes.
La realidad en la Prensa no es distante a los demás medios de comunicación; el sensacionalismo es casi tan común en el diario vivir a dormir y comer; las noticias son tomadas de una forma amarillista sin importar el dolor por el cual puede estar pasando una familia o una población. Según Javier Darío Restrepo “Una forma de burlar esa confianza del público, esa buena fe que demuestra al aceptar como ciertas informaciones suministradas por el periodista, es no darle la medida exacta de la noticia, es decir, engañarlo sobre su real importancia”.[6]; un concepto que se complementa con el Artículo octavo del Código de Ética del Círculo de Periodistas de Bogotá: “El sensacionalismo es una deformación interesada de la noticia, implica manipulación y engaño, por tanto burla la buena fe del público; a su vez es fomentada por: La falta de garantías para el ejercicio profesional, la concentración de los medios, La obsesión de competir por el rating y el inmediatismo”.[7]
En resumen, la Radio, la Televisión y la Prensa suelen ser maniqueístas; es decir muestran la cara exagerada del bien y el mal en una noticia, emitiendo un  juicio subjetivo sobre determinada información; la Televisión muestra síntomas de maniqueísmo más frecuentes que los demás medios; los canales privados son propicios a utilizar este fenómeno como un recurso informativo; lo cual no está bien; siempre es la audiencia quién debe decidir si es bueno o es malo; un ejemplo de ello, son los constantes gestos que emiten los presentadores de noticias en el momento de dar una información; frases cómo ¿Qué tal esto?; eso se sale de las manos; ellos no lo deben hacer, en dónde quedó su parcialidad, un gesto no denuncia nada; si bien, uno de los objetivos es denunciar; una denuncia no se hace a través de un gesto, una frase o un punto de vista, se hace a través de un argumento coherente.
Para finalizar, estos medios de comunicación tradicionales deben trabajar demasiado en los ideales de las labores periodísticas, más que pensar en la información como un producto comercial que determina si soy visto o no por medio de un rating; se debe pensar más en la comunidad. Si los intereses particulares de unos sobre otros se oprimen, es posible tener una cobertura educativa de los mismos medios; canales institucionales como Señal Colombia; programas que entretienen y enseñan el uso adecuado del idioma español como “El profesor Súper O”; buenas emisoras con caracteres educativos como las radios comunitarias o las emisoras universitarias. Si existe una posibilidad de cambio y no como un fin que justifique medios a través del comercio.
Quiero dejar como una reflexión final, el concepto planteado por el autor Javier Darío Restrepo, tomado del libro Ética para periodistas: “La ética periodística está constituida sobre dos bases fundamentales: una es el amor y respeto por la verdad; y la otra es el servicio del bien común”.[8]




[2] HERRÁN, María Teresa; RESTREPO, Javier Darío; Ética para periodistas; Editorial Tercer mundo; Capítulo 5: El bien común; Capítulo 6: Información veraz y suficiente; Capítulo 7: El periodista y la buena fe del público; Capítulo 8: La Rectificación; Capítulo 11: La responsabilidad del periodista; Colombia, 1995.

[3] HERRÁN, María Teresa; RESTREPO, Javier Darío; Ética para periodistas; Editorial Tercer mundo; Capítulo 5: El bien común; Capítulo 6: Información veraz y suficiente; Capítulo 7: El periodista y la buena fe del público; Capítulo 8: La Rectificación; Capítulo 11: La responsabilidad del periodista; Colombia, 1995.
[4] RINCÓN, Omar. Los 10 mandamientos para hacer Televisión educativa http://www.colombiaaprende.edu.co/html/mediateca/1607/article-74983.html
[5] CHAÍN, Iván Darío. Una metodología para programar nuestra emisora http://daniradio.wordpress.com/2009/09/30/una-metodologia-programar/

[6] HERRÁN, María Teresa; RESTREPO, Javier Darío; Ética para periodistas; Editorial Tercer mundo; Capítulo 5: El bien común; Capítulo 6: Información veraz y suficiente; Capítulo 7: El periodista y la buena fe del público; Capítulo 8: La Rectificación; Capítulo 11: La responsabilidad del periodista; Colombia, 1995.

[7] HERRÁN, María Teresa; RESTREPO, Javier Darío; Ética para periodistas; Editorial Tercer mundo; Capítulo 5: El bien común; Capítulo 6: Información veraz y suficiente; Capítulo 7: El periodista y la buena fe del público; Capítulo 8: La Rectificación; Capítulo 11: La responsabilidad del periodista; Colombia, 1995.
[8] HERRÁN, María Teresa; RESTREPO, Javier Darío; Ética para periodistas; Editorial Tercer mundo; Capítulo 5: El bien común; Capítulo 6: Información veraz y suficiente; Capítulo 7: El periodista y la buena fe del público; Capítulo 8: La Rectificación; Capítulo 11: La responsabilidad del periodista; Colombia, 1995.

No hay comentarios:

Publicar un comentario