Por.
Jennifer Argüello Vargas.
“Ser
periodista, es tener la capacidad de cambiar algo todos los días”, con esta
frase de Javier Darío Restrepo se empieza a escribir sobre un tema que genera
preocupación, la ética periodística y la responsabilidad que los profesionales
tienen en su campo de acción, esto implica recordar que para cambiar la
realidad es necesario tomar conciencia del poder de incidencia que se tiene desde
los medios de comunicación.
Lo
anterior permite comprender que el ser ético es convertirse de algún modo en
legislador de sí mismo, donde se asuma una profesión veedora del servicio
social y por sobre todo del bien común, como lo afirma El código de la
Comunidad Europea de Periodistas, toda acción periodística debe estar dirigida
al bien espiritual, social, intelectual y moral de la comunidad.
Es
claro que para ejercer el periodismo con profesionalismo es primordial el
conocimiento de los códigos éticos, que estudiados desde la academia
posibilitan su uso en función de dar al lector, espectador y radioescucha un
contenido periodístico basado en la exactitud de los hechos, en la información
veraz, suficiente y oportuna sin dejar de lado la buena fe del periodista.
De
esta manera, es de cuestionarse si el periodista está preparado para asumir la
responsabilidad de su profesión, conociendo que el medio en el que trabaja es
muchas veces influenciado y manipulado por las grandes empresas comerciales,
por ende, se hace necesario que exista una conciencia ética de quien aplica el
código pues éste debe ejercer su capacidad de juicio para aplicarlos y
adaptarlos a circunstancias particulares.
Frente
a lo expuesto, no hay que olvidar el artículo décimo de la cláusula de
conciencia, donde el periodista tiene la obligación moral de actuar de acuerdo
a su conciencia y no puede ser sancionado por ello, en consecuencia las
empresas periodísticas no podrán aplicar sanción o desmejoramiento laboral por
el cumplimiento de este deber ético en el ejercicio profesional.
Así
las cosas, los periodistas están llamados a trabajar bajo el principio de la
veracidad, el respeto a la dignidad humana, la tolerancia, el pluralismo y
sobre la base del interés público; con respecto a esto, hay que tomar como
referencia el trabajo que realiza Manolo Azuero, joven santandereano que
inspirado en una sociedad bumanguesa pasiva, indiferente y cómplice de la
corrupción, decide opinar con argumentos y con evidencias sobre el trabajo
sucio que hace más de una persona que ejerce cargos públicos y se atreve a
denunciar instituciones que gastan el erario sin mesura y sin criterio así como
desnuda a fundaciones de papel.
Este
claro ejemplo refleja uno de los principios fundamentales de la ética del
periodista, citado en el artículo, “El rol de los periodistas y su marco ético[1]”; donde se debe fiscalizar
con independencia a los poderes del Estado, del mercado y de la sociedad civil;
investigando, interpretando y opinando desde el interés público.
En
este orden de ideas, es relevante hacer mención al deber de exigir y defender
de manera proactiva por parte de los periodistas los derechos y deberes
personales y colectivos, siendo necesario enfatizar en los niños, como actores
sociales con derecho.
Por
tanto, es apropiado abordar el rol que desempeña la infancia en los medios de
comunicación, especialmente en la televisión, pues existen casos como el de
Nohora Valentina Muñoz, niña de 10 años de edad víctima del secuestro y de los
periodistas que se dedicaron más tiempo a explorar el morbo y menos a
transmitir una información exacta y veraz en las pantallas.
No
hay que ignorar que frente a esto, el código del menor hace mención en el
artículo 25, a que los medios de comunicación social, respetarán el ámbito
personal del menor, y por lo tanto, no podrán efectuar información que
constituya injerencia arbitraría en la vida privada, la familia, el domicilio,
las circunstancias personales del menor, ni podrán afectar su honra o
reputación. Esto debe ser consecuente con la transmisión actual que los medios
de comunicación dan a temas tan vulnerables como el de los niños.
De
esta forma, qué decretos o leyes reguladores existen para que de manera
efectiva se controlen los contenidos e imágenes de la televisión; con respecto
a esta pregunta, es preciso citar el acuerdo 2 de 2011, llamado “acuerdo de
contenido”, que tiene como fundamento promover entre los canales de televisión
un auto compromiso social y de respeto por las audiencias, de manera que el
sentir y pensar de los espectadores también se considere importante, frente a
los intereses comerciales inherentes a la televisión como sector productivo.
Lo
expresado contribuye a que la Comisión Nacional de Televisión CNTV, incluya en
el acuerdo 2 de 2011 una exigencia a que los concesionarios por medio de reglas
explícitas en los “códigos de Autorregulación”, se comprometan con el
televidente a que en sus contenidos haya clasificación de los contenidos como
programa infantil, adolescente, familiar y de adulto; tratamiento de la
información y de la opinión; separación entre opinión, información y
publicidad; fortalecimiento de la defensoría del televidente; respeto por la
parrilla de programación; presentación de programas, cumplimiento de horarios y
ante todo respeto por el espectador.
Del
mismo modo, según Jaime Andrés Estrada, director de la CNTV, para que se cumpla
de manera efectiva el control sobre los contenidos e imágenes en la televisión,
se hace necesario que todos los televidentes conozcan los códigos de
autorregulación y evalúen las reglas que la misma industria impone para que se
asuma una verdadera responsabilidad social y de la misma forma se promueva una
actitud crítica frente a lo observado.
Teniendo
en cuenta lo planteado, ofrecer como profesional una forma diferente de que los
niños vean la televisión es el gran reto que se asume e implica apoyarse
en expertos como Omar Rincón[2] que con los 10
mandamientos para hacer televisión educativa, desarrolla una serie de ideas que
pueden concebirse como piezas para ser producidas, una de ellas podría
plantearse como escenario de diálogo intercultural, en las que se amplíen las
posibilidades simbólicas de construcción de ciudadanía, democracia y sociedad
civil donde el eje lo ocupe el papel tan significativo que juegan los niños,
así mismo, hay posibilidades de abordar temáticas locales con narrativas
globales, donde se incluyan a los niños como los protagonistas de su misma
realidad y se brinden espacios para dar a conocer la ley que los ampara. Esto
podría generar mayor atracción y asombro en la audiencia infantil.
Para
terminar, cito a Huesmann y Miller[3], investigadores que
sostiene que una parte considerable del comportamiento que los niños consideran
apropiado en su vida ordinaria deriva de las lecciones aprendidas en los
monitores o pantallas de televisión. Es entonces esta oportunidad la que debe
estimular al periodista a contribuir para que los temas de legislación infantil
adquieran una dinámica distinta apoyada desde luego en los medios de
comunicación social.
[1]
FAUNDES, Juan Jorge. El rol de los periodistas y su marco ético. En Línea. Sala
de prensa. Web para profesionales de la Comunicación Iberoamericanos. Año VII,
Vol. 3. Febrero 2006. Citado mayo 15 de 2012. Disponible en: http://www.saladeprensa.org/art656.htm.
[2] Omar Rincón., investigador y
profesor de Comunicación y Televisión de la Universidad Javeriana (Colombia),
periodista y realizador de televisión. Magíster en educación, estudió dirección
de cine en la Universidad de Nueva York y es coordinador del posgrado en periodismo
de la Universidad de los Andes
[3] Huesmann y Miller., investigadores
científicos del Centro de Investigación para la Dinámica de Grupos del
Instituto de Investigación Social. Son una autoridad conocida en E.U. sobre el
papel de la violencia en los medios en el desarrollo de la conducta agresiva,
violenta y criminal, especialmente entre niños y adultos jóvenes.
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